Hay silencios por el miedo
Hay silencios por comodidad
Hay silencios de cobardes
Hay silencios voluntarios, cómplices
Hay silencios para guardar secretos
Hay hasta aquel silencio que se dice "virtuoso"
Y hay quienes dicen que el silencio más elocuente es el más discutido...sino habría que preguntarle a los enmudecidos, talvez podrían decir algo!
Quizas la peor de las desgracias del ser humano es la negación de sí mismo, la vergüenza de haber sido y dejar de ser, si es que alguna vez algo se fue y si la vergüenza se conoce.
Porque, pensándolo bien, no es lo mismo ponerse y despues quitarse un disfraz prestado o alquilado, sólo para gustar, para ganar aplausos y poder llegar donde se quizo llegar, que colgar el que siempre se anduvo puesto, ponerse otro y despues, al verse al espejo, asustarse y preguntarle a la persona que se tiene enfrente si a uno lo reconoce; darle la espalda y retirarse con esa pregunta íntima, quemante : "la panza es primero?" (con el perdón de Rius, por prestarle su frase).
Como sabemos, a nueve meses de gobierno, casualmente el tiempo justo de la gestación y parto humanos, hay criaturas que todavía no sueltan y probablemente nunca soltarán el grito, y menos las voces; todo esto con el agravante de actuar deliberadamente.
Hay mascaradas que duran mucho; hay otras tan efímeras que sólo duran el tiempo justo del engaño de una campaña de promesas falsas y demagógicas. "No te vi, y si te vi no me acuerdo".
El silencio
El silencio, ligado a una posición de principios, cuando se tienen, por supuesto, no deshonra; al contrario obliga al respeto; incluso el adversario se ve obligado a respetar.
Pero, responder de la manera en que el Ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez, lo hiciera al ser preguntado por un periodista de El Faro, sobre si estaría de acuerdo en la derogación de la Ley de Amnistía que dejó en libertad a los responsables de crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos, no es un comportamiento ni decente, ni diplomático, mucho menos politicamente correcto. Es un comportamiento de cobardes o de cómplices.
"Si yo todavía fuera diputado, te respondería, pero ya no lo soy", dijo.
Nada extrañaría que voz desafinada saliera de las bocas de funcionarios añejados en los rancios vinagres del poder de la derecha, dado que estos llegan a sus puestos con el sólo compromiso de defender a los grupos de poder económico. Normal, no se le puede pedir a Caín explicaciones por la muerte de su hermano.
Ver, oir y callar
Porque, pensándolo bien, no es lo mismo ponerse y despues quitarse un disfraz prestado o alquilado, sólo para gustar, para ganar aplausos y poder llegar donde se quizo llegar, que colgar el que siempre se anduvo puesto, ponerse otro y despues, al verse al espejo, asustarse y preguntarle a la persona que se tiene enfrente si a uno lo reconoce; darle la espalda y retirarse con esa pregunta íntima, quemante : "la panza es primero?" (con el perdón de Rius, por prestarle su frase).
Como sabemos, a nueve meses de gobierno, casualmente el tiempo justo de la gestación y parto humanos, hay criaturas que todavía no sueltan y probablemente nunca soltarán el grito, y menos las voces; todo esto con el agravante de actuar deliberadamente.
Hay mascaradas que duran mucho; hay otras tan efímeras que sólo duran el tiempo justo del engaño de una campaña de promesas falsas y demagógicas. "No te vi, y si te vi no me acuerdo".
El silencio
El silencio, ligado a una posición de principios, cuando se tienen, por supuesto, no deshonra; al contrario obliga al respeto; incluso el adversario se ve obligado a respetar.
Pero, responder de la manera en que el Ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez, lo hiciera al ser preguntado por un periodista de El Faro, sobre si estaría de acuerdo en la derogación de la Ley de Amnistía que dejó en libertad a los responsables de crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos, no es un comportamiento ni decente, ni diplomático, mucho menos politicamente correcto. Es un comportamiento de cobardes o de cómplices.
"Si yo todavía fuera diputado, te respondería, pero ya no lo soy", dijo.
Nada extrañaría que voz desafinada saliera de las bocas de funcionarios añejados en los rancios vinagres del poder de la derecha, dado que estos llegan a sus puestos con el sólo compromiso de defender a los grupos de poder económico. Normal, no se le puede pedir a Caín explicaciones por la muerte de su hermano.
Ver, oir y callar
Habría que preguntarle a este dorado funcionario "del pueblo", que hoy pone carasde buen y pacífico muchacho, en cuál de los siencios antes mencionados se ubica, para evitarnos equivocaciones y poder tratarlo en consecuencia a su rango. Tambien habría que recordarle que la boca, aparte de comer, tambien tiene la función de hablar.
Esos silencios hacen pensar en Macondo y la peste del olvido. Según narra García Márquez, la gente debía anotar y pegar el nombre de los objetos para poder nombrarlos. En los Macondos de sol y lluvias, en aquellos que son vivibles, amables u odiables, la peste del olvido llega con tropiezos sucesivos de la memoria. La retentiva se va desgastando en razones falsas, en acumular datos inútiles y en inventarse disculpas para evadir la crudeza de la temporada. La peste del olvido llega con el escamoteo de las culpas y el acoquinamiento del ánimo popular.
El silencio ya se sobreevaluó?
Cuál es el principio que aquí se aplica?
Sin duda alguna que a más elevado puesto, que a lo mejor fue lo que siempre se buscó, más silencio, más docilidad y más pérdida de la voz.
Un viejo refrán popular dice que "en boca cerrada no entran moscas". Aunque una viejecita muy sabia, a fuerza de experiencias, decía que "si la boca estaba cerrada, las moscas podrían entrar por otro lado". Esta dama, por razones de decencia, nunca quiso revelar el lado por el que podrían entrar.
A estos buenos y pacíficos muchachos, hay que recordarles que un crimen no es un crimen porque vaya en contra de la voluntad popular. Un crimen es un crimen porque viola la ley natural y la ley de los hombres, y tambien porque rompe todas las formas de conviviencia humana.
La ley de derogación de tan ignominiosa ley, no está fundamentada en intereses políticos partidaristas, sino en razones de derecho internacional, por un lado, e inspirados en sentimientos altamente humanitarios, por el otro. No les asiste, en ningún caso, el derecho ni la obligación de guardar ese silencio sospechoso.
En todo caso, las voces y el valor que a algunos funcionarios les falta, al pueblo le sobra.Y si un día quieren recuperar esas virtudes, sólo tiene que pedirle a Juan Pueblo que les proporcione unas pocas lecciones. Él ya aprendió a hablar en la tierra del Silencio de las Ovejas.
Esos silencios hacen pensar en Macondo y la peste del olvido. Según narra García Márquez, la gente debía anotar y pegar el nombre de los objetos para poder nombrarlos. En los Macondos de sol y lluvias, en aquellos que son vivibles, amables u odiables, la peste del olvido llega con tropiezos sucesivos de la memoria. La retentiva se va desgastando en razones falsas, en acumular datos inútiles y en inventarse disculpas para evadir la crudeza de la temporada. La peste del olvido llega con el escamoteo de las culpas y el acoquinamiento del ánimo popular.
El silencio ya se sobreevaluó?
Cuál es el principio que aquí se aplica?
Sin duda alguna que a más elevado puesto, que a lo mejor fue lo que siempre se buscó, más silencio, más docilidad y más pérdida de la voz.
Un viejo refrán popular dice que "en boca cerrada no entran moscas". Aunque una viejecita muy sabia, a fuerza de experiencias, decía que "si la boca estaba cerrada, las moscas podrían entrar por otro lado". Esta dama, por razones de decencia, nunca quiso revelar el lado por el que podrían entrar.
A estos buenos y pacíficos muchachos, hay que recordarles que un crimen no es un crimen porque vaya en contra de la voluntad popular. Un crimen es un crimen porque viola la ley natural y la ley de los hombres, y tambien porque rompe todas las formas de conviviencia humana.
La ley de derogación de tan ignominiosa ley, no está fundamentada en intereses políticos partidaristas, sino en razones de derecho internacional, por un lado, e inspirados en sentimientos altamente humanitarios, por el otro. No les asiste, en ningún caso, el derecho ni la obligación de guardar ese silencio sospechoso.
En todo caso, las voces y el valor que a algunos funcionarios les falta, al pueblo le sobra.Y si un día quieren recuperar esas virtudes, sólo tiene que pedirle a Juan Pueblo que les proporcione unas pocas lecciones. Él ya aprendió a hablar en la tierra del Silencio de las Ovejas.
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