Por Aixa Alfonso Guerra
El pueblo cubano está inmerso en un amplio proceso de elecciones para seleccionar sus delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular.
A diferencia de los candidatos de otros países, y muy en particular de los Estados Unidos de América, en Cuba se proponen en reuniones del barrio y entre vecinos, a aquellos ciudadanos que gozan de prestigio por sus virtudes, méritos y capacidad.
Sin embargo, es EE.UU. el que más critica y trata de desprestigiar el sistema electoral de la Isla y de otros países, y son ellos precisamente los que efectúan procesos electorales con bajos índices de participación popular, fraudes, altos niveles de abstencionismos y de no asistencia a las urnas.
Por ejemplo, en Norteamérica, que se autoproclama "paladín de la democracia", si usted no tiene un patrimonio o patrocinador financiero sólido, dígase con millones de dólares, difícilmente pueda llegar siquiera a nominarse, ya no para Presidente, sino incluso para escaño alguno en el Congreso de ese país.
Si le queda dudas, revise el capital de los miembros de esas estructuras y observará que existe un buen número de millonarios, que lógicamente no pueden pensar, menos legislar para las grandes mayorías de estadounidenses que han perdido sus empleos, viviendas y muchos no tienen ni garantías de seguro médico.
Otro rasgo distintivo de las elecciones cubanas es que no postula el Partido. A pesar de que nuestro sistema socialista tiene al Partido Comunista de Cuba como rector de la sociedad y continuador del pensamiento martiano desde el Partido Revolucionario de 1892, que formuló la unidad y cohesión para alcanzar la independencia del colonialismo español.
A lo largo y ancho de todo el territorio nacional quienes proponen a sus representantes son los vecinos en Asambleas de base en cada circunscripción, esos que conocen el quehacer cotidiano, el espíritu de sacrificio, la moral y ética revolucionaria de sus candidatos. En ningún caso prevalecen ni la posesión de dinero ni las propiedades.
Sin embargo, EE.UU. cree fomentar la mejor imagen de democracia del mundo, pero están muy lejos de esa realidad, niegan la dialéctica, tienen que cambiar, ser más contemporáneos, su pueblo no es tampoco el mismo de los años 40 y 50.
Su ceguera política no les permite comprender por qué en la Cuba de hoy, a pesar de no ser obligatorio el voto, históricamente más del 95 por ciento de los ciudadanos ejercen su derecho al sufragio.
No pueden siquiera entender por qué hay tanta participación popular en el proceso, sin que se le pague a nadie ni se otorguen prebendas para que asistan.
Quizás si vivieran en este país, y sus familias tuviesen el acceso gratuito al servicio de salud, educación, cultura, deporte, garantías de seguro social, empleo digno y otras conquistas sociales, aún en las complejas condiciones económicas del mundo actual y el antihumano bloqueo, de seguro comprenderían por qué, a pesar de las imperfecciones, los asuntos por mejorar y las carencias propias de país subdesarrollado y cercado económicamente, los cubanos y cubanas de esta nación siguen defendiendo su sistema, como el más justo y equitativo que este país haya conocido.
Lamentablemente, además de los grupos de poder imperiales, existen otros mercenarios a su servicio que se hacen eco de las campañas mediáticas, las mentiras y manipulaciones que promueven las transnacionales de la información, instrumentos de las oligarquías en varios países, esas que por encima de todo quieren perpetuar sus intereses egoístas en contra de las grandes mayorías.
Pero, a pesar de las maquinaciones de las marionetas que sirven a la ultraderecha y a la reacción internacional, nuevos aires y prometedores tiempos seguirán su curso en América Latina y el Caribe. Los pueblos no soportan más las desigualdades, el hambre y los flagelos de insalubridad y analfabetismo impuestos por siglos.
La Revolución Cubana, víctima hace más de 50 años de las campañas de descrédito por parte de las administraciones de Washington, no es en la actualidad el único objetivo de ataque del Pentágono y sus aliados. Gobiernos que, a partir de la década de los 90, surgieron como consecuencia de auténticos procesos democráticos y de base popular, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros del hemisferio, con posiciones soberanas e independientes, constituyen también blanco de hostilidad por parte de los oligarcas del continente.
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -ALBA- mecanismo integrador de postulados y compromisos democráticos, tiene el propósito de llevar a vías de realización el sueño de Bolívar, Martí, Sucre y otros próceres de la región. Por ello es objeto de embestidas sistemáticas por parte del imperio, que como papagayos, repiten cada frase y palabra agresiva propia de Goliat contra David.
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