Friday, July 17, 2009

El Salvador: Gallo o Gallina?


16-jul-2009
Es hora ya de pasar a los hechos, presidente Funes!
Artículo urgente el que publica hoy nuestro colega Pocote.

Sus líneas plasman el clamor de las voces unánimes que se levantan de entre el pueblo para pedir al presidente Funes una pronta acción, a la medida de sus promesas electorales y la medida del deseo de todos los salvadoreños y salvadoreñas que votamos por el Cambio tan prometido y que aspiramos a un nuevo gobierno transparente, democrático, fuerte y con mucha cohesión.

El Cambio no lo traerá sólo las ideas. Las ideas sin ejecución no pasan de ser quimeras, deseos vanos. Son los hombres y mujeres comprometidos, desde el funcionario público de alto cargo hasta el básico empleado, los que llevarán a ejecución este Cambio; son ellos los que velarán por no desviarse del rumbo trazado para llegar triunfantes a la meta.

Pero si existen hombres y mujeres que pongan barreras a ese ideal dentro de las esferas gubernamentales, el Cambio nunca será posible.

Ejemplo de ello : tan sólo ayer, "nuestro" embajador en la OEA, Francisco Lainez, pidió revocar la sancion a Honduras por haber secuestrado y expulsado al presidente legítimo, Manuel Zelaya. Esta postura del embajador salvadoreño es grave porque contradice a la postura mantenida por el gobierno de Funes en los últimos días y que ayer reiteró el canciller Hugo Martínez.http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_completa.asp?idCat=6351&idArt=3829049

Ejemplos como este abundan. Diariamente recibimos una gran cantidad de correos de ciudadanos que denuncian las actuaciones de areneros laborando dentro del nuevo gobierno, desde los embajadores y cónsules, hasta los directores y gerentes, queienes le están poniendo trabas al buen funcionamiento de diversas embajadas, consulados, ministerios e instituciones; trabajo de zapa que está siendo patrocinado desde la narcoderecha arenera.

Qué se espera para, por lo menos, sanear los puestos claves del nuevo gobierno?Es lo mínimo que podemos esperar, si es que no hay juicios previstos para castigar con todo el peso de la ley a los corruptos.

En una entrevista que el presidente Funes ofreció a Radio Nederlands, recordamos haberle escuchado decir que el nuevo gobierno no iba a entrar en desgaste al enjuiciar a tanto corrupto de la última administración arenera.

Nosotros consideramos que la aplicación de las leyes, tal y como lo estipulan los códigos penales y civiles, no está supeditada a ningún desgaste partidario.

O se actúa como político o como gobernante. O la ley se respeta y se aplica, o bien seguiremos en el reino de la impunidad, con la clara permisividad del nuevo gobierno.

Es así de simple.
Trompudo

Los salvadoreños se desesperan, quisieran ya cambios drásticos en la forma de administrar las cosas públicas, sobre todo la destitución de embajadores, consules, cuadros y funcionarios que en el pasado se sirvieron del Estado para sus intereses particulares y para hacer trabajo propagandístico a favor de Arena.

Las esperanzas aumentaron cuando en voz propia del mandatario escucharon que no “escaparían de la justicia los responsables de actos de corrupción” y que “no me temblará la mano para castigar a los malacates”.

Funes se refería a los evasores de impuestos, a los contrabandistas, a los narcotraficantes, a los que utilizaron sus influencias y su amistad o parentezco con altos funcionarios para ganar licitaciones y enriquecerse.

Se piensa en todo esto si se contempla el panorama político del país. Si todas las declaraciones, las entrevistas, los discursos, los propósitos enunciados por el nuevo gobierno se estuvieran cumpliendo, nos rodearía un El Salvador esplendoroso, justo, organizado.

No faltan declaraciones, ni planes, ni proyectos, pero carecemos de claridad y realismo. La política no es, o por lo menos no debe ser un puro alarde de imaginación.

El agitador despierta sentimientos, aviva rencores o suscita pasiones. Su quehacer se sitúa en el peligroso ámbito en el que las palabras motivan emociones fugaces.

Para el político existen las palabras, y debe ser un maestro en manejarlas, pero ellas no tienen valor por sí mismas: el político está obligado a desdeñar su encanto, su tentadora locura.

Para el estadista la palabra es el camino de la acción; todo discurso debe materializarse de tal manera que el pueblo advierta que el fuego quemante del discurso, al enfriarse, se convierta en metal.

No podemos envolver, ni ocultar nuestras dolorosas angustias con un velo de palabras incumplidas.

Si el Ministro de Gobernación, Humberto Centeno, afirma que en su despacho se encontraron micrófonos y todo un sistema sofisticado de espionaje armado, dejado y coordinado por los antiguos funcionarios areneros, no sólo está en el deber de informar a la prensa y a los salvadoreños, los detalles más ínfimos de semejante hecho, sino que en investigar a profundidad, deducir responsabilidades y llevar a los tribunales competentes a todos los que resulten culpables del delito.

Si sus palabras no son acompañadas por los hechos, se vuelve en lo ya mencionado : un puro alarde de imaginación y de retórica vana.

Por el contrario, aplaudimos a las nuevas autoridades del Seguro Social que han pasado a lo concreto al presentar pruebas bien documentadas a la Fiscalía General de la República (lamentablemente al mando de un corrupto, inepto e ilegal funcionario) sobre evidentes casos de corrupción en esa institución autónoma tan seriamente cuestionada en los últimos veinte años. Entendemos que igual situación se está dando en el Ministerio de Salud Pública.

El discurso de todos los días se forma con palabras y frases de esperanza: austeridad total en todas las dependencias del Estado, cero tolerancia al conflicto de intereses y privilegios, nunca más seremos tapadera de la corrupción.

En el ámbito geopolítico y de diplomacia política: no seremos zona de influencia ni aceptaremos “recomendaciones” sobre relaciones internacionales y “actos de solidaridad”. Que lo sepan todos, los cercanos y los lejanos.

Es este, quizá, un ejemplo de irrealismo verbal. No ser zona de influencias, no ser colonia, son las aspiraciones elementales de todos los pueblos del tercer mundo.

Sin embargo, para nada nos ha gustado escuchar las declaraciones del canciller Hugo Martínez, quien públicamente dijo que con relación a la crisis en Honduras, se está procediendo “en contacto permanente con el Departamento de Estado de los Estados Unidos”.

Lamentable desliz o evidente caso de inmadurez política.Pero, cómo no serlo? Esa es la tarea del político. No basta enunciar un deseo. Ahí las palabras se rompen y principia el duro trabajo, sin poesía, sin micrófonos, sin auditorio ardiente.

Ahí es donde el estadista y sus colaboradores claves nos deben decir cuáles son los medios, mostrarnos las armas eficaces y trazar, comprensiblemente y sin desviaciones, la heroica, árida y, a veces sin esperanza, estrategia de los débiles.

La oligarquía salvadoreña y centroamericana nunca estará de acuerdo con la solidaridad militante con el gobierno legítimamente electo en Honduras y su retorno a la presidencia, por múltiples razones, entre ellas el económico y el de carácter político que busca darle mayor participación al pueblo en la toma de decisiones.

Desde luego, el formar parte de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) que busca una mayor independencia de la ingerencia imperialista.

En este apartado, señalemos incidentalmente que ni Venezuela, ni Cuba, ni tan siquiera Ecuador son una amenaza, no son estos países los que hacen la guerra o provocan desestabilización a los pueblos de nuestra América, ni los que utilizan los modos casi invisibles de la propaganda, el convencimiento y la compra, ni los que explotan nuestros recursos de tierra y mar, ni los que descapitalizan y tratan de intervenir en el proceso de nuestra política.

Su influencia es, hasta el presente, medianamente doctrinal y teórica, produciendo esa hirviente polémica de los intelectuales que es el fermento que activa el pensamiento fresco de los jóvenes, abierto a todas las corrientes que estremecen nuestro tiempo.

No son los países progresistas de América Latina los que muestran al mundo el ejemplo de una sociedad rica, suntuosa, arrogante, lograda sobre la miseria de los pueblos del tercer mundo.

Son los aparatos de propaganda y difamación del imperio y de las oligarquías, los que se encargan de manipular los hechos, de pervertir los acontecimientos, de llevar zozobra a los pueblos con el deliberado propósito de crear miedo e incertidumbre para luego “retomar el estado de cosas” que les permita seguir explotando los recursos naturales, la mano de obra barata y continuar con el brutal saqueo de nuestras naciones.

El actual usurpador de la presidencia de Honduras, Goriletti, por ejemplo, es uno de los más fuertes exportadores de banano hacia los mercados europeos, y los empresarios que le respaldan son aliados incondicionales de consorcios transnacionales, además de propietarios de los medios de difusión (prensa, radio y televisión) en el país hermano.

Responderán tales burgueses y empresas capitalistas a los intereses del pueblo hondureño? Es aquí donde se deciden las auténticas políticas de Estado y la de solidaridad militante que deben caracterizar a un gobierno de izquierda como el que supuestamente dirige los destinos de El Salvador.

Por otra parte, es comprensible la fiebre verbal originada por la crisis de nuestros problemas, muchos de ellos a punto de deshacerse en inconformidades y quizás hasta en violencia. Existen muchos, imposibles de resolver dentro del sistema económico y político que mantenemos.

Es también explicable la tensión que al nuevo gobierno producen las presiones externas y los ostensibles desafíos de esa poderosa oligarquía que no ha podido o no ha intentado contrarrestar.

Y nadie puede ignorar, también, la desilusión que nace día a día del frágil, mediocre y deslucido material humano.

Todo esto parece natural en un régimen que alcanzó el poder, no por los medios depuradores de una lucha equilibrada de partidos (es un secreto a voces que a pesar del enorme fraude cometido por Arena, que entregó DUI fraudulentos a no menos de 80 mil personas, no pudo ganar la presidencia), ni por los crueles pero unificadores procesos de una revolución, sino por los grises y silenciosos caminos de un proceso burocrático.

Pero aun es posible la lucha. Es necesario, pues, formular un ideario claro, accesible al pueblo, desnudo de contradicciones y vaguedades. Un ideario que no sea nebuloso, vasto ensayo de teoría política, elaborado en la penumbra, sino un conjunto de fórmulas sencillas, que señalen modestas metas accesibles.

Y un modo de comunicación cuidadoso, capaz de materializarse. De modo que, cuando se hable de justicia, el poder judicial actúe; cuando se hable de obras, se coloque la primera piedra antes que las palabras se dispersen; que cuando se condene a grupos o personas acusadas de corrupción, en verdad se les aparte y proscriba prontamente; y que cuando se mencionen “las influencias” y las amenazas exteriores, se diga cuáles son y cómo debemos contenerlas.

La nación demanda, señor Presidente, que a nadie engañe el encanto de las palabras. Son los hechos y sólo ellos la materia de la urgente y desesperada estrategia de nuestra supervivencia.

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